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La telefónica

Subí a ese piso como por 3era vez, ya que me cambiaron hacía poco de sucursal. Llevaba 8 años trabajando de noche y estaba acostumbrada a despertarme con café y cocacola a la media noche.

El trabajo de aseo es bien sacrificado y muchas veces subvalorado, pero yo no me hacía problema en ello y sobre todo trabajar a esa hora, porque podía estar sola sin que hubiera alguien mirándome despectivamente; además como éramos pocas, nos dejaban hasta 4 pisos para una sola persona y por tanto, había que hacer el trabajo lo más rápido posible.

Junte ánimo de subir. La torre alta que mira hacia la famosa plaza Baquedano parece vidrio con fierros pegoteados, la que al pisar suenan como ring de cuatro perillas, por lo que me comentó mi nueva compañera, ya que después del terremoto del 2010 cambió completamente la estructura del edificio.

Y me preparé para comenzar a despapelar y limpiar rápidamente, de poniente a oriente en dirección hacia seminario. La gracia era hacer todo rápido, ordenadamente para que después fueran a aspirar (cosa que se hacía cada dos días), pero a mi me gustaba dejar las sillitas metidas en el escritorio.

Las primeras veces solo sentía ruidos que asumí, eran parte de mi imaginación y del sueño. Pero ese día fue especial...

Llegué al final del camino y al darme vuelta quedé en shock. Todas las sillitas que había metido en sus escritorios me dedicaron el susto de verlas en medio del pasillo, una detrás de otra, como si estuvieran espectantes a mi grito.

Atiné a reírme nerviosa, y como era mi costumbre de ver tantas leseras de noche, les dedique unas buenas chuchas para que me dejaran en paz.
Después de eso, fue recurrente que me hicieran pasar mas sustos: monedas que golpeaban las mamparas y que caían al suelo estrepitosamente, sombras blancas y negras paseadose entre mis cejas, y el típico llanto de niña que a más de un guardia, hizo asustar hasta el punto de hacerlo renunciar.

Los edificios son mágicos, en el día toman las energías desde que se levanta la primera piedra, hasta que se usan. Jóvenes que descargan sus penas en sus muros, trabajadores muertos que sus alma quedan atrapadas en los pisos.

Solo quienes trabajamos de noche tenemos la facultad que nos entrega el cansancio de ver, cómo transitan las almas entre estas dimensiones buscando ayuda, para poder llegar tranquilos al cielo.



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