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Lo quiero hacer todo y no quiero hacer nada

Hace mucho que sigo esta página, en algún momento quise desahogarme por este medio, pero, por una u otra razón, nunca tuve el tiempo ni la oportunidad.

Hoy tengo el tiempo, la oportunidad y los sentimientos encontrados. ¿Maldita? Pandemia. Trabajé muchos años en otro rubro hasta que, el cansancio y el sueldo miserable de Chile, hicieron mella en mí. Decidí volver a estudiar, y me di el gusto de pagarme mi carrera de Secretariado Ejecutivo. ¿Ustedes dirán, porqué el gusto? Pues, vengo de una familia donde miraban en menos todo aquel que no fuera rubio, con título universitario y de “buen apellido”. Ser secretaria, para ellos, significaba que sólo serviría café, le sacaría copias al jefe y que sería la de los mandados. ¡Que atroh! Y con 30 y tantos (mas para los 40 que para los 30), con valentía y “me importa mil hectáreas de @%$# tu opinión”, me titulé y empecé a ejercer.

¡La entrada a mi nueva vida laboral, soy secretaria! (Léase con voz de inicio de capítulo de Dragonball).

Durante mi vida laboral, he aprendido a lidiar con jefes de todo tipo. El machista, el amigui, el perfeccionista, el que quiere todo para ayer, el estresado a punto de estallar, el ausente, el light (este es el peor de todos), el hijo de, el de la U privada y el de la U estatal, el que para el estallido me catalogaba de bolchevique y el que quería que ardiera todo (con la opinión bien encubierta para resguardar apariencias). Con todos siempre digna y siempre parando el carro. ¿Quieres café? Ok acá está el agua, café premium y endulzante. Acá tienes tu taza. ¿Quieres agua helada? Si claro anda al refrigerador, ahí tengo agua con gas, sin gas, bebidas light, normal y zero. Jugos cítricos y dulces. ¿Tienes los dedos crespos? Bueno, que mal, yo me voy a almorzar o ya terminó mi jornada, nos vemos mañana, sea cortés, ande con cuidado, edúquese lo más que pueda, respete para que lo respeten, chaoooo.

¿Quieres que te vaya a comprar almuerzo? ¿Ya y donde está especificado esa labor dentro de mis funciones?
¿Quieres que me quede callada por la mujer que entró a tu oficina sin que sepa tu esposa?

Déjame decirte que no me gustan los líos ajenos y menos que me involucren. Resuélvelo tú. ¡Y paf! Me iba a mi escritorio sacando en cara mis 6 semestres en la San Marino (con el tanguito ese de fondo).

Mi carrera profesional hasta antes del Covid pasó por altos y bajos. Tuve que soportar a personas que se molestaban cuando marcaba límites profesionales, otros que siempre miraron en menos, otros preguntándome si quiero estudiar algo más, para “ser alguien en la vida” (¿a todo esto, soy una ameba acaso que preguntan esa estupidez?).

Con la pandemia, llegó la cesantía, y junto con ella, mi pequeño mundo se fue a la mierda y todos mis planes se fueron al carajo. Arrastrando una depre, se desvaneció el sueño de la casa propia, los viajes, desaparecieron amistades, aparecieron deudas y miedos nuevos. Tuvimos que dejar nuestro pequeño nido y volar.

Las únicas constantes: Mi padre y mi pareja, mis pilares, que sin ellos yo me hubiera ido al carajo. Cabe destacar que un mes antes de las cuarentenas yo ya estaba con licencia médica, por un cuadro severo de ansiedad y stress. Recuerdo una vez un jefe me dijo: “Los mas felices, son los que más cargas llevan”.

Ahora miro atrás y la cesantía mas bien fue una bendición. Pude dejar atrás compañeros altamente venenosos, prácticamente tenía que entrar con un contador Geiger a las oficinas. Hoy, aún cesante, me estoy replanteando mi vida nuevamente. ¿Si ya di un giro, porque no otro? ¿Qué me estanca? El miedo. Tengo terror. Ahora es cuando mi familia se convirtió en un fantasma que no me lo puedo quitar de encima. El terror de nuevamente estar en el suelo. El pavor inmovilizante que no me deja ni siquiera a estudiar algo durante estos meses de confinamiento. Sueño con mi madre, a la que no veo en años, diciéndome que todo es mi culpa, que soy estúpida, inútil y vuelvo a revivir toda la angustia que me provocaron años de maltrato psicológico.

El encierro ha aumentado mis miedos y la ansiedad ya se transformó en una mochila de la cual no puedo deshacerme. Sufro de ansiedad, de miedo a morir, tengo terror a este bicho y odio con el alma a aquellos desafortunados que no creen, que salen sin pensar en las consecuencias. Creo que ya me estoy convirtiendo en Bot de Twitter, de esos que ven o blanco o negro, sin matices, sin piedad por el que piensa distinto.

Y así como me leen, es mi vida, voy por un camino, me desvío y no termino nunca, estoy hecha un desastre, mi pareja me dice que escriba, que me desahogue, pero no saben las veces que he reescrito esto, porque cuestiono todo. Estoy aburrida de las pastillas, aburrida de respirar y engordar, cansada de las personas que se vanaglorian por haber hecho cosas durante la pandemia. El maldito monstruo de la envidia aparece y ataca y no me deja dormir. Quiero hacer mucho, y a su vez no tengo ganas de hacer nada.

Para mi enviar esto es un paso, ¿a qué? No lo sé. Pero me atreví.



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