La libertad bien sazonada
He compartido algunas confesiones sobre la idea de que el Estado no debería involucrarse en nuestras vidas y debería mantenerse lo más alejado posible. Como era de esperar, he recibido muchas críticas, la mayoría de personas con poca capacidad para expresar coherencia en sus argumentos. Claro, siempre está ese argumento en el que te mandan a estudiar (como si fueran eruditos y expertos) o te intentan encasillar para restarle fuerza a tus argumentos, sugiriendo implícitamente que a quienes piensan así no hay que prestarles atención...
Entonces, queridos críticos de mis confesiones... Me alegra ver que han captado la esencia de mi mensaje: lo absurdo de ciertas regulaciones. A veces parece que la creatividad de nuestros queridos políticos no conoce límites... cuando se trata de inventar restricciones. Mi comparación con el sol quizá les parezca disparatada, pero... No es esa la misma lógica que aplican cuando deciden regular cada aspecto de nuestras vidas?
Tomemos, por ejemplo, la monumental idea de prohibir la sal en los restaurantes. Sí, porque nada dice 'libertad' como atacar el derecho de cada ciudadano de sazonar su comida a su gusto. Imagínense lo peligrosísima que debe ser la sal para que nuestros valientes legisladores se molesten en comenzar semejante cruzada!
Por supuesto, siempre se nos dirá que es por nuestro propio bien, como si ser adultos responsables fuera demasiado pedir. Quizás mañana decidan que las cucharas solo pueden utilizarse para consumir sopas bajas en sodio, o que el azúcar sea racionada para salvaguardarnos de un futuro de empachos desenfrenados.
Con todo, parece que la esencia está clara: si algo es absurdo, lo mejor es dejarlo como está... a menos que seas un legislador, en cuyo caso puedes convertir lo absurdo en ley. Por eso reitero mi mensaje: menos leyes ridículas, más libertad para disfrutar de la vida, incluso aunque eso signifique correr el peligro de un salero intrépido o un rayo de sol furtivo.
Con mordaz afecto y una pizca de sal,
Abogado de la libertad bien sazonada y defensor contra lo absurdo legislativo.