Paso el tiempo, y todo cambio.
Esta confesión parte con una historia hace 20 años atrás.
Conocí a dos mujeres maravillosas en el marco de lo laboral. Llegamos a Holanda haciendo pasantías y practicas laborales para una empresa exportadora. Volviendo a Chile nos hicimos grandes amigos, y en el lapso de un año una de ellas se convirtió en mi esposa. Tuvimos un hijo maravilloso, el cual, ya está grande. La otra, con la cual tenía mayor afinidad, se convirtió en mi mejor amiga y confidente por muchos años. Que luego de un beso culposo y una confesión de esas que salen en los guiones de películas, nos dejamos de ver por el bien de los tres.
Con mi esposa tuvimos una relación maravillosa, pero, en algún punto de nuestras vidas, la cosa cambió.
Tengo plena conciencia de que esta confesión la estoy dando desde mi punto de vista y precepciones personales. Y quiero ser lo bastante maduro para reflexionar y afrontar o aceptar lo que corresponda.
Con mi esposa no tenemos nada en común. Sin embargo, nuestra historia de pareja ha sido hermosa. De constante apoyo y esfuerzo. Nos conocimos siendo nadie y ahora tenemos una vida ya formada. Con un hermoso hogar, los bienes materiales como para vivir tranquilos y el dinero suficiente como para que no sea una preocupación constante. Tampoco digo que seamos ricos, pero siempre salimos adelante con nuestros compromisos y nos alcanza para darnos ciertos gustos. Pero ella es de un deseo constante de querer 'superarse'; de tener más y más. A ella le ha ido mucho mejor tanto en lo económico como en lo profesional, y siempre está constantemente buscando el éxito.
Yo, en cambio, soy más lento, menos ambicioso y con un trabajo que, si bien me pagan super bien, no es suficiente para ella porque dice que yo puedo optar a cosas mejores. He renunciado a varios empleos porque han ido en contra de mis valores. Trabajé para el servicio publico ostentando un cargo super importante que también abandoné. Nunca me había tocado lidiar con tanta mentira y corrupción dentro de una misma administración. Como sea, dejé ese puesto super bien remunerado porque consideré que no iba con mis principios.
Y como ella gana más, creo que inconscientemente siente que puede exigirme cosas o pretende que le responda con quehaceres del hogar que antes eran compartidos.
Hace casi un año que no estamos bien como pareja. Siento su decepción, la veo en su cara. Y lamentablemente no estamos en la misma sintonía. Mientras yo me emociono por el paisaje alrededor, por una rica comida, un buen libro o el aroma del café por la mañana, para ella todo se trata de generar lucas y tener más. Ya no es la misma persona que conocí hace 20 años. Ya no compartimos la onces, por ejemplo. Ya no nos reímos juntos ni vemos buenas películas. Solíamos cocinar juntos y dar paseos sin propósito. A nuestro hijo, como está grande, tampoco le da mucha bola. Siempre está muy ocupada, llega tarde del trabajo y se le olvidan ciertas cosas que antes eran importantes. Sin ir más allá, se olvidó de mi cumpleaños la semana pasada... no hubo ni regalo.
Yo sé que está decepcionada de mi. Que piensa que no la acompaño en los mismos intereses y que, a veces, siente que ella debe sostener los gastos del hogar. Por otro lado yo igual me estanqué. Dejé de sentir que tengo un propósito y ya casi nada me motiva o me emociona. Actúo por mera responsabilidad de hacer y existir. Siento que ya no me ama, se le nota en los ojos. Yo aún la amo pero... bueno, tampoco es lo mismo de antes.
El punto aquí es que hace unas semanas atrás mi antigua amiga se contactó conmigo después de muchos años para ofrecerme un trabajo en USA. Irme para allá implicaría irme con ella y retomar algo, quizás, inconcluso. Siento que el destino actúa de maneras extrañas porque esto pasa justo ahora. Creo que a mi amiga siempre la amé. Se lo dije alguna vez reconociendo que mi responsabilidad y corazón estaban en otro lado. Ella siempre sintió lo mismo, pero por respeto a nosotros decidió alejarse y aceptar mi decisión.
Si acepto irme a trabajar con ella no creo que vuelva. Y esa es mi confesión