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La Aventura del Futuro Invisibile

Camila era una tipa bien peculiar. Siempre andaba con la cabeza en las nubes, y sus amigos decían que vivía pensando en otra galaxia. Un día, mientras caminaba por el centro de Santiago, se le ocurrió la brillante idea de "ver"el futuro. Pero no pensar en el futuro, sino realmente verlo.

Decidido, fue a la Plaza de Armas y empezó a caminar de espaldas. "Si no puedo ver el futuro, al menos intentaré imaginarlo de una manera diferente", pensó. Justo cuando iba concentrado en su experimento, escuchó una voz conocida:

—¡Cami, qué andai' haciendo? –le gritó su amiga Anita desde la vereda de enfrente.

Sin voltear ni frenar su marcha trasera, Camila respondió:

—Estoy probando una teoría. ¡El futuro no se puede ver, así que estoy caminando de espaldas para ver si puedo entender mejor el pasado!

Anita, que siempre tenía una respuesta para todo, le dijo:

—Pero Cami, vai' a puro darte un porrazo si seguís así. O peor, podría atropellarte una micro.

Camila negó con la cabeza, aunque claramente Anita no podía verle la cara:

—No te preocupís, Ani. El pasado es mi guía. Todo lo que necesito saber ya pasó, ¡sólo tengo que confiar en mi memoria!

Efectivamente, mientras Camila seguía avanzando sin mirar adelante, su pie derecho tropezó con una grieta que él no había visto antes (porque, claro, estaba de espaldas). En una fracción de segundo, su teoría del tiempo y el futuro quedó suspendida en el aire... hasta que aterrizó de espaldas en un charco de agua.

Anita corrió a ayudarlo, riéndose a carcajadas.

—¿Viste? Te lo dije. Tu "futuro" está más mojado de lo que pensabas.

Camila se levantó, chorreando agua y con una sonrisa tímida en el rostro.

—Sí, sí, ya caché que mirar hacia atrás no es la mejor idea pa' adivinar el futuro. Parece que hay que mezclar un poco el pasado, con el presente y... bueno, poner atención pa' delante también.

Ambos amigos se dieron un abrazo, riendo de la absurda situación. Al final del día, Camila aprendió que el futuro no se puede ver, pero al menos descubrió que tenía amigos que siempre estarían allí para burlarse de sus locuras y ayudarle a levantarse.

Y así, caminando de frente esta vez, se fueron en busca de un café para seguir filosofando sobre la vida, el pasado, y los charcos inesperados del futuro.



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