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El ancla

Pucha, la vida de un hijo ancla es super complicada. Tal vez es la historia de muchos, pero esta vez la quiero contar desde mi experiencia, para que cachen bien de qué se trata.

Desde chico me sentí como que tenía un peso encima. No sé si soy el único, pero siempre sentí que mi mamá siempre esperaba algo más de mí. Cuando iba al colegio, siempre me pedía que volviera temprano, que la ayudara con la comida o con el negocio familiar. Y yo, obvio, lo hacía, porque uno quiere a su vieja y no la quiere ver mal.

Recuerdo una vez que estaba pololeando y estaba súper enganchado, pero cada vez que estaba con mi polola, mi mamá se quejaba de algún dolor o tenía algún problema con el kiosco. Así que al final, dejé de verla tanto. Era como que siempre había algo que me anclaba a quedarme en casa.

A medida que crecí, las cosas no mejoraron mucho. Incluso cuando terminé la universidad y conseguí mi primer trabajo, mi mamá seguía necesitando que la ayudara. Me decía frases que aún resuenan en mi cabeza: "Tú eres mi esperanza para la vejez", "¿Quién más va a cuidar de mí si no tú?", y así. Yo pensaba que era una responsabilidad que me tocaba por ser su hijo.

Más de alguna vez pensé en irme de la casa, buscar un departamento propio y hacer mi vida, pero siempre pasaba algo. Mi mamá se enfermaba o necesitaba que la llevara al doctor. Era como si el universo conspirara para mantenerme pegoteado. Y no es que no la quiera, pero uno también tiene sueños...

Todo esto me hizo darme cuenta de que, sin querer, había sido transformado en un hijo ancla. Me costaba mantener relaciones, mis proyectos parecían no avanzar y siempre sentía ese tirón de mi mamá. No me malinterpreten, no la culpo, es más yo por no poner límites. Es como que jugábamos un tire y afloje constante, y nunca se rompía ese lazo.

Un día, una amiga me habló de este concepto... Que hay mamás y papás que inconscientemente nos atan a sus vidas y eso no nos deja avanzar. Me hizo todo el sentido del mundo. Ahí fue cuando decidí tomar cartas en el asunto. Me acerqué a mi mamá y le dije, con todo el amor del mundo, que necesitaba vivir mi propia vida. Le dije: "Mamá, te libero de mí y necesito que me liberes también".

Esta cuestión de ser un hijo ancla es algo que nadie te enseña y puede marcarte toda la vida. Pero hay que tener valor para soltar y dejarse ir, por ambos lados. Al final, es la mejor manera de vivir bien y en paz.

Así que, si alguien por ahí se siente identificado, solo les digo que hablen con sus viejos. A veces ellos también necesitan soltar y no se dan cuenta. Hay que hacer ver las cosas con amor y claridad. Al final, todos merecemos ser libres y felices, cada uno en su propio camino.



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