Un pirata cualquiera
Hace unos años, en la pega, todos creían que era el empleado modelo. Iba temprano, me quedaba tarde y siempre con una sonrisa impecable. Nadie sabía que mi “dedicación” era solo una pantalla para que no sospecharan de mis siestas en el baño. Sí, tenía un rincón secreto donde descansaba como rey.
En casa, la cosa no era muy distinta. Mi señora, convencida de que yo era el esposo perfecto, ni se imaginaba que los supuestos 'viajes de negocios' eran jornadas de pesca con los cabros. Un día, mi suegra me pilló la mentira, pero era tan cómplice en sus propios engaños que decidimos guardar el secreto.
Así pasó el tiempo. Yo seguía durmiendo en el baño del trabajo y saliendo con los amigos. Nada cambió realmente. El trabajo sigue siendo un circo y en casa todos seguimos con nuestras pequeñas mentiras. Y así es la vida, una comedia donde nada importa.