Siempre te dicen que cuando estás enferma del estómago, no vayas a trabajar, pero es uno es porfiada y va igual, bueno, porque además uno necesita la plata también. Pero ayer cuando tenía ganas de vomitar y el único baño de la oficina seguía ocupado, hubiera dado todo por haber estado en mi casa. Vomité en el pasillo... y más tarde en el metro. ¡Qué vergüenza más grande!