Doy fe

A propósito de la confesión del apitutado en servicio público, mi historia es la opuesta por decirlo así.

Postulé tres veces a un puesto en una institución estatal, las tres veces declararon el concurso desierto. Yo siempre según el avance quedé en la terna final, lo que implicaba haber pasado pruebas psicológicas, técnicas y un montón de etapas más.

Hicieron el concurso una cuarta vez, no postulé porque no quise seguir perdiendo tiempo, y curiosamente esa vez si lo adjudicaron.

Pasó como un mes y me llama la sicóloga de esta institución, me cuenta que habían tenido que dejar nulo ese concurso y otros de la misma área, además de que habían sacado al jefe con sumario y todo por un escándalo más o menos importante (salió hasta en la tv). Y ahí se sincera: tenían lista a la persona, pero como yo había postulado y cumplía requisitos mejor que el “apitutado” al final lo declaraban desierto, con la esperanza que yo dejara de postular. Me dijo que si postulaba nuevamente me garantizaba que esta vez si quedaría.

En ese intertanto ya me había cambiado de trabajo, por lo que no volví a postular. Además me pedían hacer nuevamente TODAS las pruebas, o sea perder como dos días completos de mi existencia.

Ahora me da una lata tremenda postular a cargos públicos, siento que es pura pérdida de tiempo. Lo peor es que hay un montón de zánganos apitutados que no aportan nada, más bien al revés, se llenan los bolsillos a costa del dinero de la gente (porque al final somos todos los ciudadanos que pagamos los sueldos de la gente del servicio público).