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Ahora todo mejor

El otro día leí la confesión de la chica que se llevaba mal con su familia. Que sus padres no le daban el crédito o el valor que ella se merece. Me hizo tanto sentido porque, de alguna manera, yo me sentí igual en algún momento de mi vida.

Este relato es para ti.

Mi conciencia de vida comienza en una casa pobre, con un padre que nunca estaba en casa. Vivíamos en una mediagua y mi madre siempre estaba muy triste y sola.

El segundo recuerdo que tengo, es esa misma mediagua, sin los pocos muebles que tenía. Mi vieja llorando amargamente, y papá yéndose en una camioneta con esas pocas cosas que teníamos.

Yo tenía 4 años, y al tiempo después entendí que él se había ido. No recuerdo si mi viejo me abrazó para despedirse aquella vez. Creo que lo recordaría de haber sido así. Y cuando lo pienso, aún a mis casi 40 años, sigo sintiendo esa sensación de abandono.

Después de eso mi infancia fue de dulce y agraz. Viví en muchos lados. La mayoría de esa infancia con mis abuelos; ellos tampoco eran muy amorosos que digamos.

Creo que era el reflejo de mi padre a los ojos de mi madre. Y tuve que cargar con ese estigma por muchos años.
Así fue como crecí en un ambiente familiar hostil y de malas vibras. Con el tiempo mi madre conoció a su pareja de hoy en día. Un hombre tranquilo, pero muy carente de afecto y de tacto.

Siempre crecí en las sombras o, al menos, así lo siento hasta el día de hoy. Nunca me sentí valorado por mis viejos (mamá y su pareja). Siempre me decían que era un inútil, que no servía para nada y que si no servía para estudiar que, al menos, sirviera para trabajar. Me sentía culpable de usar la luz, de ver televisión y, lo peor: de comerme el plato de comida que me daban.

Con mucho esfuerzo saqué mi cuarto medio, me licencié y posteriormente me titulé de una especialidad técnico profesional en la misma Escuela. No le quiero quitar méritos a mi vieja, pero ella tampoco me los dio a mí en su momento. Cuando egresé me dijo que yo no lo hubiera hecho si no hubiera sido por ella; que yo no sería nada si ella no hubiera estado ahí. Y bueno, el wn que estudiaba era yo.

Por ahí, entre medio, tuve malas amistades. Consumí drogas e hice malas cosas. Caí a un vacío tremendo del cual yo no me daba cuenta. Perdí el rumbo y no distinguía ni las horas ni los días. Mis viejos me decían que yo era un vago, que no servía para nada. Eso de sentirse así, tan mal, siempre estuvo.

Por ahí estuve mucho tiempo sin trabajo; me costaba encontrar algo decente o estable. Y bueno, las críticas eran mucho peor. De mis amigos no voy hablar mucho, porque eran peores. Si no eras “malo” o “choro” no tenías el respeto que te merecías para andar con ellos. Y yo siempre fui respetuoso y consciente de “él de al lado” y de la consideración que las personas merecen.

Me gustaba mucho leer, por lo que cultivé un gran sentido de la curiosidad. Tenía conciencia de que siempre se podía ser mejor y llegar un poquito más allá. Así fue cómo me alejé de las malas amistades y emprendí un viaje fuera de la ciudad. Con bolso en mano me decidí a partir de mi hogar, con la consigna de nunca más volver a mirarles la cara a mis viejos. Solito tomé un bus, y fue como llegué a trabajar al norte del país, en un área en la cual me había especializado en la Enseñanza Media. Me rodeé de gente muy amable, de personas profesionales en distintas áreas y disciplinas. El trato era distinto y encajé muy bien. Yo estaba acostumbrado a la hostilidad de mis padres y amigos, por lo que la buena onda de la gente se me hizo muy rara, pero me asentó muy bien. Había subido el peldaño.

Pr esos mismos lugares conocí a una hermosa y muy buena mujer. Hasta el día de hoy estamos juntos y hemos construido un lindo hogar con una hijita preciosa. Entremedio estudié una carrera Universitaria que, después de mucho esfuerzo y ahínco pude terminar. También esa vez, cuando me titulé, mi madre, lo único que atinó a decir: “Está bonito, tu hermana también va a estudiar”. En vez de decirme lo orgullosa que se sentía o que se alegraba por mi logro o no sé... algo con más sentido.

En la actualidad y, después de mucho buscar, trabajo para una empresa muy grande. Felizmente puedo complementar mis dos Títulos. Tengo un puesto importante y bien remunerado. Así que puedo decir que me he superado.

Con todo esto sólo quiero decir que uno es el responsable de su destino. Que si bien, a uno le gustaría que las cosas fueran diferentes... pero mala cuea, no lo son. Uno tiene que darse ánimos y usar todo ese “desprecio”, esa hostilidad, ese abandono que uno pudiese sentir para sacar fuerzas de aquello. En verdad sí se puede salir adelante sin la aprobación de los demás. Cree más en ti. La gente, la mayoría de las veces es una mierda.

Y trate de alejarse de la gente que no aporta en ningún aspecto. Eso se llama inteligencia emocional y no tiene nada de malo.

Arriba el ánimo. El suicidio es una opción, pero en verdad, la vida tiene un montón de cosas lindas que ofrecernos. Hay todo un mundo allá afuera. Sólo hay que levantar la mirada y ver un poco más allá.

Suerte.



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