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Soy abogado, trabajo independiente, y dentro de ciertos márgenes, sé muchísimo sobre mi profesión.

Estudié en colegios chicos, de barrio, hasta la media en que entré a uno emblemático. Lo que sí, de emblema tenía la pura insignia, porque adentro conocí a una manga increíble de flaites que nada tenían de perfil o hambre académicas. Obvio que había gente dedicada a estudiar y prepararse, pero la verdad eran la mitad, con suerte.

Mi familia siempre fue de trabajo, independiente, mis viejos hacían ropa y nosotros con mis hermanos ayudábamos en lo que podíamos, entre otras razones porque era la lógica de la casa, no tienes nada que objetar si piensas que tu vida es lo normal. Gracias a eso conocí casi todo Santiago, haciendo compras y entregando/retirando cosas. Y por eso aprendí a sobrevivir en la calle. Una vez me asaltaron, pero me di cuenta que iba a suceder, vi al tipo a 20 metros caminando lentamente hacia mí, tenía yo 9 años entonces, y simplemente lo supe, solo que pensé que debía ser un rollo mío.

Otro día, cuando tenía como 13, trataron de hacerme el cuento del tío para quitarme unas prendas que tenía que entregar, yo tenía que dárselas a una vieja con quien al mismo tiempo nos encontramos (aunque ella fue la que lo encontró y me hizo una seña, que fue lo primero que me puso en guardia) un fajo de muchos muchos muchos billetes. Pero me negué hasta el final, y cuando le propuse algo sensato y que implicaba dividir todo por dos sin que yo tuviera que entregarle nada, se enojó y se fue.

Con cosas como esas aprendí a seguir esas sensaciones, y he ahí el drama: lo que es el ejercicio de mi profesión, me ha llevado a tener una sensación de esas, bien penca, sobre las relaciones. Me explico.

La gente llega a mi oficina a contar sus historias, muchas veces dramas reales, tantas otras disfrazadas para verse como el bueno de la película. Desde lo más “normal” (papitos corazón, madres despechadas, cónyuges infieles que quieren el pan y el pedazo, hijos y/o nietos que quieren quitarle todo a sus papás, gente que no paga el arriendo y vive gratis, etcétera), hasta lo más “grave” (estafadores, abusadores, violadores, ladrones, falsificadores, otro etcétera).

Llevo casi 5 años ya trabajando en esto, y de tanta historia que he escuchado y visto, creo que el ser humano es una basura (me incluyo, por supuesto). La codicia por unos billetes, el egoísmo de hacer lo conveniente para uno y olvidarse de otras consideraciones tanto o más importantes que eso, el hambre de ser más que los demás por cualquier medio posible, nos convierten en una especie detestable.

Siempre escuché ese tipo de historias por mis papás, que al trabajar como independientes hicieron muchos tipos de negocio y trataron por ello con muchos tipos de personas; pero especialmente desde que entré a la U, empezaron a volverse recurrentes. Todas esas historias y sus consecuencias prácticas para la vida, las desprecié por rencillas específicas con mi viejo (que era quien nos inculcaba la visión del mundo de perseguir las lucas sobre cualquier otra cosa, al punto que no recuerdo más de 3 salidas familiares antes delos 15, cuando empecé a hacer mis cosas solo fuera dela casa), a quien ni siquiera en su lecho de muerte perdoné (y han pasado casi 7 años ya sin que me arrepienta). Pensé que el equivocado era él, y que si me apartaba conscientemente de eso, lograría ser “feliz”.

Ahora, más viejo y menos idealista, veo que mi viejo solo reaccionaba a lo que el mundo es. Termina siendo demasiado difícil tratar de colaborar, cuando ves que el resto vive la vida como si rebanarle el cuello al de al lado fuera lo necesario, y para peor sabes exactamente cómo hacerlo. Me da risa ahora escuchar de historias donde los abogados estafaron a alguien y se quedaron con todo lo que era de los clientes, cuando ahora, desde esa posición, veo que quizá es una lógica del tipo “ladrón que roba a ladrón tiene mil años de perdón”.

Y claro, justo en este punto de mi vida estoy terminando de dejar atrás a gente con quienes alguna vez me sentí a gusto, pero que queriendo o sin querer me apartan por razones que solo puedo entender como una forma rara de envidia. Y a pesar que no me complica, o ya no al menos, igual me hace sentir pena porque siempre actué tratando que no fuera así, de vivir una vida diferente que la que mis papás (y especialmente mi viejo) vivieron. Pero sucede que termina por ser mejor el venderle tu alma al diablo y hundir a quien puedas para llegar lo más alto posible. Si tienes una posición de poder, sea por inteligencia, fama, belleza o lo que sea, utilízala, porque otros las usarán también contra ti. Y el que pega primero, pega dos veces.

Sobre las relaciones, porque me anduve perdiendo para llegar hasta aquí, viendo que el mundo es así, entonces veo que lo más probable que me pase es terminar como mis clientes: padre de bonitos niños, sentenciados a crecer viendo cómo me peleo con su madre por leseras que al final redundan en el vil dinero. Por esa sensación que me genera ahora el asunto, viendo todo lo que he visto y lo que me queda (ni 30 tengo todavía), estoy concluyendo que es mejor no emparejarse y menos tener hijos, porque es tan pero tan difícil encontrar alguien con quien funcione, y por contraparte tan catastrófico el fracaso (tanto para ti como para tus hijos), que mejor no.

Qué decir de los amigos, que tristemente comprobé también se acercan cuando te necesitan solamente. Hay que tener alguna forma de poder para ser capaz de entender, que cuando eres poderoso todos son tus amigos pero nadie lo es. Llegas a un lugar, un evento o reunión, y todos te saludan, te hablan, te preguntan cómo has estado, pero el fin de semana nadie te invita para ir a tal o cual lugar, no eres “parte” probablemente porque eres “diferente”. Y ahí viene la segregación social: te juntas con tus “pares” profesionales porque ellos sí entienden, o no necesitan entenderlo porque no les pasa, y si no les pasa es porque se rodean solo de gente así. Y sin querer empiezas a racionalizar que quienes no están ahí no se la pudieron, que tú te ganaste el puesto, y ahora has de defenderlo como si se te fuera la vida. Total, las cosas son como son, y a ti te tocó algo “mejor”. Si estadísticamente todos se rascan con sus propias uñas, ¿por qué habrías tú de rascar a alguien más?

Afortunadamente, el Derecho es una disciplina tan grande, que tengo para mucho tiempo de distraerme. Además, siempre podré hacerme una vasectomía y como quien dice pelarme hasta el fin, cosa de poder reírme en la cara de las supuestas madres cuando me vengan a pedir pensión (lo que, ahora que lo pienso, podría convertir en un experimento social).

En resumen (porque como dije, son tantas aristas de lo que me pasa que es difícil ordenarlo en un texto) eso es. Perdí la fe en la humanidad y prefiero vivir como nunca quise pero el mundo te exige. Al final es como dicen, matar o morir. Sea como sea, somos nuestros propios jueces. Traté de hacer otra cosa, me conformo con eso. Cuando haya robado algo parecido a lo que Piñera o Bachelet, les escribo de nuevo a ver si la teoría es cierta.



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